No me pienso quedar callado
sábado, 13 de noviembre de 2010
Ni olvido ni perdón, Justicia
Los hechos están ahí, son concretos, la lucha sigue siendo la misma, ni olvido ni perdón y a veces pareciera que algunos se cansaron de esa lucha o ya no la encuentran tan atractiva y entonces critican.
A mi como joven nacido en la dictadura y educado en los noventa me da vergüenza que tipos como Lanata y Caparros (por nombrar a algunos) estén cansados de la dictadura, de algo que pasó hace 34 años.
Ojala las abuelas y las madres y los hijos pudieran cansarse de la dictadura, sacarse esa causa de encima porque ya pasó de moda, porque ya no resulta tan interesante. El problema es que no pueden, ni un puto día de sus vidas se van a poder olvidar que entre 1976 y 1983 en la Argentina hubo un gobierno que secuestró, mató y desapareció gente, no gente no, mejor pueblo, mejor hijos, padres, hermanos, nietos.
Y no hay militancia pasada que te permita de un día para el otro renegar de la búsqueda de justicia. Porque esos hijos, padres y hermanos se fueron para siempre pero todavía hay ahí afuera unos 400 nietos que deben recuperar su identidad. Entonces cuando veo que se critica al gobierno por hacerse cargo de esa responsabilidad no entiendo qué critican. Cuando gracias a este gobierno se volvieron a poner en marcha los juicios no entiendo qué critican. Cuando las madres y las abuelas expresan que nunca se sintieron tan respaldadas por un gobierno nacional no entiendo qué critican.
A veces pienso que muchos periodistas construyeron una carrera apoyando la causa de los derechos humanos, en momentos difíciles es verdad, hicieron mucho por la causa, pero también se alimentaron de ella. Que esos mismos periodistas y/o escritores un día se paren en otra vereda me hace dudar de por qué habían estado en primer lugar. Y los escucho hablar como si ellos hubiesen sido los únicos. Les doy una noticia, la causa de las madres y las abuelas y de las organizaciones de Derechos Humanos se sostuvo durante todos estos años con el apoyo y el esfuerzo de miles de hombres y mujeres anónimos que pusieron el cuerpo y el trabajo necesario para que la lucha nunca cayera, porque pensaron que era lo que había que hacer. Hombres y mujeres que no ganaron ningún punto de rating ni vendieron más o menos libros, que estuvieron y siguen estando porque creyeron y siguen creyendo en la búsqueda de justicia.
Sin Presupuestos
Publicado el 13/11/2010 en Pagina 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-156819-2010-11-13.html
De repente la oposición amaneció fragmentada y desorientada. Antes era más fácil porque podían echarle la culpa a Néstor Kirchner, pero ahora no pueden, porque está muerto. Sin embargo, ahora tendrían razón si se la echaran. La inesperada muerte del ex presidente y la sorprendente demostración popular en su despedida en Buenos Aires y en Santa Cruz trastrocaron el escenario. En unos pocos días empujaron todo para atrás, o para delante, depende de cómo se mire. El esfuerzo de tres años de la oposición se fue para atrás y Cristina Kirchner se fue para delante hasta un escenario muy parecido al de su asunción. Las encuestas la muestran casi en el mismo nivel con el que ganó en el 2007. Y las de aceptación de su gobierno, también. No es seguro que esa calificación se mantenga porque es un clima muy parecido al que rodea a un presidente recién asumido. Los tradicionales cien días de gracia. Lo que pase después dependerá del proceso político, de lo que hagan el oficialismo y la oposición.
Este capítulo del destino argentino llegó a ribetes novelescos como nunca cuando la muerte del ex presidente terminó convirtiéndose en un envión sobrehumano a su esposa, quien lo sufrió, en cambio, como el golpe más doloroso de su vida. Casi como en un sacrificio de algún antiguo mito. Y no se trata de metáforas.
Lo que es una historia entre dos personas se va ramificando y expandiendo hasta convertirse en la historia de un país. Alguna razón profunda y misteriosa deberá haber para que los argentinos pongamos tanta emotividad en la historia y la política. La muerte de Kirchner y el impulso a su esposa trastruecan el escenario político con una velocidad que solamente los más sensibles alcanzan a percibir y dar cuenta. Los mínimos y los más lentos siguen como antes y entran en crisis y arrastran a los demás. Eso fue lo que sucedió con la oposición en el debate sobre el Presupuesto 2011. Creyeron que no había cambiado nada, mantuvieron la misma estrategia y se estrellaron contra sus límites y contra un Gobierno que está más fuerte y legitimado que hace apenas unas semanas. La fotografía ya no es la del 28 de junio, sino la de 27 y 28 de octubre, aunque no se exprese en la cantidad de legisladores.
Una gran parte de la oposición mantenía también una lectura errónea del 28 de junio, sin reconocer la heterogeneidad del voto opositor ni que el Gobierno había mantenido la primera minoría, por lo cual no había perdido legitimidad de gestión. El Grupo A se gestó en ese equívoco, también estimulado por los grandes medios, a los que les convenía la instrumentación de esa lectura. El triunfo más importante del Grupo A, más el grupo de Solanas, fue el arrebato de las comisiones parlamentarias, pero allí en lo único que coincidían era en el reparto del botín. En teoría tienen mayoría en Diputados, donde además logran hacerle más daño al oficialismo cuando se suman Proyecto Sur y sus aliados. Pero el entusiasmo con el que trataron de restarle gobernabilidad al oficialismo, con el reparto de las comisiones, apenas sirvió para conquistar un magrísimo veto presidencial, cuando habían sembrado en la sociedad que Cristina Kirchner sólo podría gobernar a puro veto.
En aquel momento, con la oposición amparada en las distorsiones del discurso mediático más los resultados de los comicios, el recurso del veto podía parecer poco elegante. Pero en la situación actual, si la oposición tensara la cuerda hasta un punto extremo y obligara a la Presidenta a un uso reiterado del veto, la sociedad lo vería como un recurso legítimo ante una oposición destructiva que abusa de una situación coyuntural –como fue el 28 de junio–, que ya fue superada por otra –la del 27 y 28 de octubre–.
Si en aquella situación, el Grupo A, más el grupo de Solanas, apenas consiguieron arrancar un solo veto presidencial en todo el año y ni siquiera pudieron discutir la mayoría de los objetivos con los que hicieron campaña, desde la baja de las retenciones hasta los cambios en el Indec, si insisten con la misma estrategia en esta nueva situación, los resultados serán parecidos a los del debate del Presupuesto.
El ánimo más extendido en la sociedad, ni siquiera ya en las capas medias, no es entorpecer el gobierno de Cristina Kirchner. Podría decirse que en ese aspecto, la situación se retrotrajo a los primeros días de su asunción. Pero con la ventaja para ella de que gran parte de la población está más advertida de la manipulación mediática, que fue la herramienta más eficaz de desgaste en aquel momento.
Carrió trató de ocultar el fracaso con denuncias de corrupción por la compra de votos y ausencias. Clarín tituló con esas denuncias. Carrió habló incluso de “la Banelco de Cristina” y agregó que “por las buenas o por las malas, la Presidenta aprenderá a consensuar”. En otro momento esas denuncias habrían ocupado el escenario y se habrían multiplicado con resonancias en todos lados. Ahora nadie las tomó en serio. Solamente dos diputadas, una radical y otra independiente ex PRO dieron la cara y cuando se les pidió detalles se perdieron en un mar de generalidades. Lo real es que el Grupo A, por su cuenta, tiene los votos suficientes como para aprobar su dictamen sin el respaldo de Solanas. Y no pudieron llegar siquiera a la discusión para la aprobación en general del proyecto oficial.
De los 28 diputados que estuvieron ausentes en el debate, 21 eran de la oposición. Seis de ellos del PRO, ocho de la UCR, dos de la CC, dos del peronismo federal más tres peronistas disidentes. Pero además hubo algunos diputados de los bloques opositores que no estaban de acuerdo con la estrategia de su conducción. La idea opositora de imponer un presupuesto propio rompe las reglas entre oficialismo y oposición. Como dijo el jefe del bloque kirchnerista, Agustín Rossi, la oposición pone de manifiesto que no piensa ganar las próximas elecciones al romper esas reglas de juego. No solamente es la primera vez que no se aprueba el presupuesto enviado por el Ejecutivo, sino que es absolutamente inédito que la oposición intente imponerle al Ejecutivo su propio plan de gobierno. Para eso existen la división de poderes y las elecciones. Donde es oposición, como en Santa Fe, el kirchnerismo aprueba el presupuesto que envía el gobernador Hermes Binner, pero en el Congreso nacional, los socialistas santafesinos fueron desleales con esa premisa. Pese a todo, en el radicalismo, el PRO y el socialismo había legisladores que se inclinaban por aprobar en general el proyecto del Ejecutivo y después expresar sus disidencias en las votaciones en particular.
Los dos grupos más coherentes fueron los de Carrió y Solanas, que se disputan el mismo viejo voto del odio antikirchnerista y por lo tanto –en eso coinciden también con el cobismo– no pueden conciliar ni una coma con el oficialismo. El grupo de Solanas lleva tan al extremo esta máxima que presentó una propuesta propia de presupuesto.
Pero la estrategia del oficialismo también fue desconcertante porque negoció primero el quórum con algunos bloques opositores, e incluso llegó a tantear una posible aprobación en general. Hasta allí se evidenció su interés. Después, sabía que lo más probable era que perdiera la votación en general y, si no, seguro perdería las votaciones en particular. La estrategia del Gobierno parecía indicar que estaba apurado por discutir el tema sin postergaciones. Las negociaciones fueron para acordar el quórum, no para evitarlo. Por eso resulta contradictorio que Carrió acuse al mismo tiempo a sus socios del Grupo A de corruptos por haber negociado el quórum y también de corruptos por haber aceptado supuestas cometas para no asistir. Es decir, acusan de haber coimeado tanto para que estén como para que no estén.
El oficialismo mostró interés por que se discuta el tema lo antes posible. Ahora pidió que se vuelva a discutir con urgencia el próximo miércoles. Negoció para conseguir quórum y, si era posible, la aprobación general del proyecto. Pero no negoció nada del contenido. Quiere decir que está dispuesto a perder la votación y que la Presidenta está dispuesta a vetar lo que haya que vetar. Cristina está decidida a gobernar con el nuevo respaldo que siente desde la sociedad y que le muestran las encuestas. La oposición todavía está unos meses atrás y eso le puede costar caro.
viernes, 29 de octubre de 2010
La Política
Así mi vida de niño transcurrió en una ciudad pequeña como Pergamino, jugando en el club y en la escuela y acompañando a mis viejos a las marchas, los actos de la APDH, las peñas y los ciclos de cine-debate.
Tengo recuerdos patentes de ese fin de semana que terminó con lo de "La casa esta en orden". Y también lo recuerdo a mi abuelo, radical hasta la medula, explicandome que Alfonsin era un tipazo pero lo habían cagado. No era un tipo de decir malas palabras y ese "lo cagaron" era muy fuerte en la boca de un señor tan correcto como mi abuelo.
Mis viejos, como tantos se creyeron el discurso de Menem y sufrieron la traición por la espalda de ese que se hacía llamar peronista. Pero no abandonaron la pelea. En una de las actividades que seguían organizando en ese pueblo chico la protagonista era una tal Hebe, que dio una charla en el auditorio del Banco Local, para unas treinta o cuarenta personas. Ahí escuché por primera vez algo que me impactó: Hebe contó que amaba a la política. "Ustedes saben qué es la política? Saben para qué sirve la política? Sirve para mejorarle la vida a la gente. Hacer política es buscar la manera de resolver los problemas para poder vivir mejor". Y repitió que amaba la política a pesar de que le había llevado a sus hijos, que ella estaba muy orgullosa de que sus hijos hubieran muerto por querer mejorar la vida de la gente. En mi cerebro de trece años esas palabras quedaron grabadas, por primera vez entendí que la política y los políticos eran dos conceptos diferentes y que la primera no tenía por que ser mala palabra.
En la segunda mitad de los noventa y ya en la facultad, pude por primera vez discutir alguna de estas cuestiones con gente de mi edad. Pero eran duros los noventa y la desilusión ante el panorama político universitario no tardo en aparecer. Recuerdo una noche en la que le decía a mi viejo que envidiaba el tiempo que le había tocado vivir a ellos. La Plata, los setenta, la dictadura, pero todos los sueños, todo el compromiso, esa sensación de que era posible. Aunque también le confesaba que no sabía si me lo hubiese bancado. Que hubiera tenido mucho miedo. Que nunca iba a poder entender lo que fue vivir esos años en la Argentina.
Con el final de los noventa yo voté por primera vez y esta vez compartí con mis viejos la sensación de entusiasmarte con algo y ver como esa alegría se transforma en desilusión y dolor. Y un par de años más tarde, mi enemigo de los noventa, el tipo que me cerró los boliches a las tres de la mañana, llegó a ser presidente de un país que se había ido a la mierda.
Por eso no lo voté a Nestor en el 2003, no podía votar al candidato de Duhalde.
Así que yo soy otro de los que confiesa que no lo votó, pero rápidamente entendí que ahí había algo que no esperábamos.
Mi viejo, lamentablemente, se perdió mucha de las cosas interesantes que pasaron en el país en los últimos años, pero algo, un poquito llegó a ver antes de irse en el 2005. Mi vieja tiene puesta la camiseta y por primera vez, desde que la conozco, se siente orgullosa de un proyecto que no la traicionó, y no solo eso, que reivindicó las causas que ella defendió siempre.
Por eso mi vieja sufrió mucho lo que pasó en el 2008. La crisis del campo fue algo muy duro para los que revindicamos el gobierno de Nestor y de Cristina. De repente nos encontramos con una agresividad inesperada. Cualquier opinator de a pie se sentía con autoridad de matar a la yegua y uno tenía que elegir entre discutir en cada esquina o agachar la cabeza y respirar hondo.
Por suerte ni Nestor ni Cristina eligieron agachar la cabeza y en estos dos años con hechos irrefutables, que van a quedar en la historia del país, nos terminaron de mostrar que la política sirve para mejorarle la vida a la gente.
No estoy diciendo que está todo bien. Digo que lo que pasó en estos siete años es lo mejor que me tocó ver a mi y lo mejor que le tocó ver a mis viejos, que nacieron en el 55. Además, encima, como si fuera poco, hoy me encuentro discutiendo estas cosas con mis amigos. Gente que en la puta vida pensó que iba a discutir de política se anima a sacar sus propias conclusiones, a elogiar o criticar pero desde su punto de vista. Ya no les da lo mismo.
Hoy son muchos, muchísimos, los que entendieron que no es lo mismo hablar de los políticos que de La Política. Hace unos años que esa palabra se volvió a escribir con mayúsculas en mi país y a mi eso me pone muy orgulloso.
Pablo Zini
jueves, 28 de octubre de 2010
lunes, 17 de mayo de 2010
lunes, 3 de mayo de 2010
Fin del Conflicto Lt3 y Lt8 en Rosario
Final de la conciliación obligatoria
REINCORPORACION DE TODOS LOS TRABAJADORES DESPEDIDOS DE LAS RADIOS LT8 Y LT3
El Sindicato de Prensa Rosario, la Asociación Argentina de Trabajadores de la Comunicación (AATRAC), el Sindicato Unico de Trabajadores del Espectáculo Público (Sutep), la Sociedad Argentina de Locutores (SAL) y la Federación Gráfica Rosarina , que constituyen la Intersindical de los Medios de Comunicación, comunica que se firmó en el Ministerio de Trabajo de la Nación el fin de la conciliación obligatoria con la reincorporación de los veintiséis trabajadores despedidos de las emisoras radiales LT8 y LT3 de Rosario.
Con ese acto se dio por finalizado el conflicto que arrancó el 29 de marzo pasado cuando la empresa Multimedios La Capital, que pertenece al Grupo Uno de Daniel Vila y José Luis Manzano, envió los telegramas de despidos a los compañeros y las compañeras de las emisoras. Desde esa fecha y durante 9 días los trabajadores de LT8 y LT3 juntos a los de La Capital y Seller iniciaron medidas de fuerza que culminaron con la efectiva reincorporación de los trabajadores.
En el acta donde se dejan sin efecto los telegramas de despido, la empresa se comprometió a realizar los trámites para retirar los importes indemnizatorios depositados en las cuentas sueldos de los trabajadores.
El corolario de la lucha emprendida por todos los trabajadores de la comunicación junto a su cuerpo de delegados y las organizaciones gremiales que los representan es la mejor muestra de que con unidad y articulación con los sectores del campo popular se pueden frenar medidas extremas de las patronales.
Todos los actores directos de esta acción que tuvo a Rosario como centro y con trascendencia nacional agradecen la solidaridad de toda la sociedad que rodeo el conflicto, de las organizaciones hermanas que apoyaron, de los dirigentes gremiales, políticos, sociales, barriales, estudiantiles, de derechos humanos, a los legisladores nacionales, provinciales y municipales, y a los funcionarios que facilitaron la resolución del conflicto.
Rosario, 30 de abril de 2010
Intersindical de los Medios de Comunicación
viernes, 30 de abril de 2010
El papel del periodismo hoy y ayer
Ver las imágenes de poderosos periodistas yendo a pedir repudio hacia Las Madres en el Congreso me provoco tristeza.
Les dejo un articulo de Luis Bruschtein que salió hoy en Pagina12 en el que hace un análisis muy interesante sobre este tema.
Libertad de expresión y usos políticos
Por Luis Bruschtein
Cualquiera puede criticar a Hebe de Bonafini y Hebe de Bonafini también puede criticar a quien le parezca. Se puede estar de acuerdo con Hebe de Bonafini o pensar al revés que ella. Nadie está obligado a coincidir. Todos tienen la posibilidad de responder. Son aclaraciones obvias, casi elementales. Otra más: nadie va a ir preso por el juicio que hizo la Asociación de Madres de Plaza de Mayo; no se trata de un juicio penal que termina con una condena, no es una institución formal de la República. Se trata, y nadie lo oculta porque se hace con ese objetivo, de un acto político. Así lo tomará el público, las personas, la gente y así sacarán sus conclusiones.
Ninguno de los actos de Hebe de Bonafini a favor de los desocupados y piqueteros o de los cientos que ha convocado provocó tanto alboroto. La Asociación de Madres de Plaza de Mayo ha realizado otros juicios de este tipo, obviamente propagandísticos y políticos, a jueces o abogados y empresarios que colaboraron con la dictadura. Este que le hacen a periodistas no es el primero y, sin embargo, sí es el primero al que se lo escracha tanto públicamente.
La Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados, controlada por la oposición y cuyo principal mérito es oponerse a la ley de servicios audiovisuales, impulsó el repudio unánime de los diputados al acto de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Periodistas que viven de la libertad de expresión y una comisión legislativa que existe para preservarla, finalmente la terminan repudiando.
Es decir, la libertad de expresión es fantástica siempre que no afecte a los periodistas. En ese caso, la libertad de expresión afectaría a la libertad de expresión y hay que repudiarla. La libertad de expresión no somos los periodistas y menos las empresas que nos dan trabajo. Esa es una pequeñísima parte. Y una parte privilegiada en ese sentido, porque es la que tiene más recursos para expresarse y comunicar.
Esa confusión es peligrosa desde un punto de vista democrático y republicano. Y es más peligroso cuando los confundidos somos los periodistas y las empresas periodísticas. Los periodistas podemos ser criticados por cualquiera, incluso por otros periodistas.
Otra cosa son las amenazas anónimas o los actos de violencia. Eso no tiene nada que ver con la libertad de expresión. No es lo mismo el acto de Hebe de Bonafini que un cartel anónimo. Aunque el contenido sea similar (el cuestionamiento a algunos periodistas), en democracia el significado es totalmente opuesto. Uno es parte de la libertad de expresión (se coincida o no con él), pero lo anónimo y violento atenta contra ella. Por eso se equivocó el dictamen por mayoría de la Comisión de Diputados al mezclar todo. Porque de esa manera se corre el riesgo de montarse en una condena legítima y usarla para reprimir la expresión también legítima de otros ciudadanos con los que ellos disienten. Con lo que se podría llegar a un absurdo: la Comisión de Libertad de Expresión corre el riesgo de terminar coartando la Libertad de Expresión.
miércoles, 28 de abril de 2010
Cuando la noticia es la política
(publicado hoy en Pagina 12)
La relación entre medios y política en América latina refuerza hoy su tono de disputa. Integrantes del Observatorio de Política Latinoamericana Noticias del Sur parten de la idea de que la situación que se vive hoy es el resultado de que los gobiernos buscan recuperar el terreno cedido a los poderes mediáticos.
Por Emiliano Flores, Federico Vázquez y Emanuel Damoni *
Cuando Tancredo Neves decía “Yo me peleo con el Papa, con la Iglesia Católica, con el PMDB, me peleo con todo el mundo; yo sólo no me peleo con el Doctor Roberto”, sintetizaba un condicionamiento mediático al poder político que no era exclusivo del Brasil. Tancredo Neves fue el primer presidente electo después de una larga dictadura. El Doctor Roberto era Roberto Marinho, propietario de la Red Globo, consorcio mediático que reúne más de la mitad de la audiencia televisiva del país. La frase de Neves podría completarse con aquella de César Jaroslavsky en los ’80 cuando, haciendo referencia a Clarín, decía: “Hay que cuidarse de ese diario. Ataca como partido político y si uno le contesta, se defiende con la libertad de prensa”. El comportamiento de los medios masivos de comunicación como actor político tiene una historia prolongada en la región.
En las elecciones de 1989, Lula se presentaba por primera vez como candidato a la presidencia de Brasil, pero el Doctor Roberto tenía las fichas en Fernando Collor de Melo. La televisora Globo decidió jugar fuerte en la campaña. Puso al aire la ficción Salvador de la Patria, donde el personaje principal, Sassá Mutema, de origen humilde, se postula para ser alcalde de su pueblo. Sassá gana las elecciones, pero cuando llega al gobierno se ve involucrado en crímenes y hechos de corrupción. El mensaje era sencillo: Lula podría repetir esa decepción en la vida real.
Durante los años ’90 los gobiernos de nuestros países condujeron la privatización y desregulación de los medios masivos. Un pacto de no agresión entre gobiernos y medios estimuló la concentración de éstos en forma inédita. Sin embargo, a medida que las empresas del sector se integraron verticalmente (televisión, radios y diarios bajo un solo dueño), lograron consolidar una “opinión publicada” lo suficientemente fuerte como para desbalancear ese pacto original y condicionar al poder político.
Ese esquema fue acentuando sus rasgos extorsivos hasta que la crisis neoliberal de comienzos del 2000 impuso otro escenario en la región. En El nuevo topo, último libro de Emir Sader, el autor plantea que el avance de gestiones no ortodoxas en los gobiernos de América latina encontró una oposición de derecha cuya dirección ideológica e incluso política proviene de los medios de comunicación privados.
Durante los dos días que duró el breve golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002, RCTV, Globovisión y Venevisión transmitieron dibujos animados mientras en las calles decenas de miles de personas se movilizaban para recuperar el sistema democrático. También allí, en la previa al golpe, se ensayaron recursos como la pantalla dividida para “confrontar” un discurso presidencial con manifestantes opositores exaltados, técnica depurada en nuestro país durante el conflicto agropecuario de 2008.
¿Cuál es la razón profunda que lleva a los medios a jugar este rol? Una respuesta posible es la dificultad creciente de las fuerzas políticas conservadoras para imponer agendas ortodoxas, ante lo cual el lugar de vanguardia ideológica reaccionaria pasa a estar en los poderes mediáticos. Se trata de un fenómeno con diferentes intensidades, pero que se afianzó en toda la región. En Uruguay, las empresas privadas de televisión se negaron a cumplir con la cadena nacional que debía difundir la campaña por la nulidad de la Ley de Caducidad. La iniciativa quedó a sólo 2,03 por ciento de los votos necesarios para ser aprobada. ¿Cuánto habrá influido en ese guarismo la desobediencia mediática?
Quien se dé una vuelta por los diarios de América latina por estos días podrá encontrar titulares como estos: “El gobierno de Correa quiere que los medios rindan cuentas”, “Evo Morales criticó a la prensa por minimizar la victoria de su partido”, “Vázquez se refirió a los medios: sistemáticamente hacen oposición al gobierno”, “Lula criticó a los medios: no cubren con buena fe”.
Los medios concentrados se encuentran hoy con gobiernos democráticos que cuestionan su (oscura) legitimidad de origen, la posición dominante que tienen en el mercado y la intencionalidad política mal recubierta por el gastado barniz de la “independencia”.
No es una lucha contra la “libertad de prensa” –como los propios afectados señalan–, ni siquiera un cuestionamiento ideológico a la “libertad de empresa”. Se trata de algo más sencillo y elemental: la supervivencia de la política como espacio de la sociedad –y no de las corporaciones– desde el cual decidir las cuestiones públicas. La respuesta que los gobiernos de la región, con distintas velocidades, decidieron dar a este enfrentamiento es la intervención en el mercado comunicacional, regulándolo para ampliar el espectro de voces. Y eso es una buena noticia.
- Integrantes del Observatorio de Política Latinoamericana Noticias del Sur.
martes, 27 de abril de 2010
Foster y el miedo
Nos llega este texto de Ricardo Forster ideal para debatir:
La palabra está allí, la escuchamos una y otra vez pronunciada por políticos, por periodistas, por estrellas de la televisión. Circula velozmente por los múltiples canales de la comunicación. Su presencia es insidiosa y oscura porque nos retrotrae a épocas nefastas de la historia nacional.
Quienes la pronuncian no se detienen a medir las consecuencias ni se preocupan por destacar las diferencias cruciales que separan una dictadura genocida de un gobierno democrático. Esas sutilezas no les interesan porque, tal vez, nunca sintieron miedo cuando vivieron los años terribles inaugurados el 24 de marzo del ’76 y, en cambio, parecen sentirlo en estos días en los que una sociedad democrática debate y dirime distintos proyectos de país.
Pero el “miedo” (ésa es la palabra maldita que atraviesa el éter informativo) es el resultado de quienes buscan perpetuarse en el poder, de quienes parecen representar la quintaesencia de todos los vicios a los que se le agregan la búsqueda de la crispación y de la violencia como herramientas para alcanzar sus designios autoritarios.
El lenguaje es brutal y excesivo, aunque muy pocos de los periodistas “independientes”, de esos que siempre hacen gala de virtuosismo republicano, se detienen a señalar la exageración y la trama de falsedades que se esconden en el uso indiscriminado, y casi en cadena nacional, de la palabra “miedo”.
Alcanza, les alcanza, una serie de afiches sin firmas en los que se critica a algunos periodistas utilizando un método, el escrache, que poco tiene que ver con la disputa democrática (tal vez pudo haber tenido un valor cuando la inventaron los miembros de la agrupación HIJOS en épocas de impunidad y de indultos que dejaban libres de culpa y cargo a los genocidas y como una manera de hacer visible la falta de justicia, memoria y verdad que dominó el país durante los noventa).
Un método que sortea malamente la discusión y el debate y que, en este caso, se escuda en el anonimato. También les alcanzan las declaraciones de una senadora jujeña que pronuncia la fatídica palabra al mismo tiempo que inicia lo que parece ser un viaje sin retorno hacia la oposición (no escuché hablar de borocotización para quien no sólo desoyó la decisión de su bloque sino que ahora se apresura a formular un proyecto de modificación de la ley de servicios audiovisuales que parece escrita a favor de la continuidad monopólica).
Alcanza lo que pueda decir la eterna anfitriona de almuerzos en los que cada invitado se solaza en demostrar que estamos frente a un gobierno autoritario que cada vez se parece más a una dictadura (extraño mérito la de quien ha podido almorzar “libremente y sin censura” durante los años más horrendos de la historia argentina y a lo largo de todos los gobiernos democráticos y que descubre, espantada, que ahora siente “miedo”, ese mismo que nunca sintió antes).
Miedo del que hablaban algunos en relación con Milagro Sala, portadora, ella, la tupac y los movimientos piqueteros, de una violencia amenazante, esa que surge de los barrios periféricos y que, como decían Carrió y Morales, se ocupan de entrenar militarmente a sus miembros.
Miedo a los pobres, ese mismo que llevó a un intendente de San Isidro a imaginar la instalación de un muro para aislar a los habitantes de una villa de emergencia. Miedo a los trapitos y a los limpiavidrios que merecen, según el inefable Macri, ser conducidos a las cárceles.
Miedo y más miedo que pide seguridad, represión y, claro, una República saneada de tanto autoritarismo. Resulta llamativo que el miedo se despliegue en una época y bajo un gobierno que ha derogado las leyes de impunidad habilitando el juicio a los genocidas; de un gobierno que decidió dejar que todas las protestas sociales puedan expresarse sin ejercer las tan conocidas “virtudes” represivas de las fuerzas policiales e impidiendo que las calles y las plazas del país vuelvan a ser escenarios de violencias homicidas como las que hemos conocido bajo los gobiernos de muchos de aquellos que hoy dicen sentir miedo.
De un gobierno que no reprimió los innumerables cortes que bloquearon muchísimas rutas durante el conflicto con la Mesa de Enlace y que se negó a reprimir las protestas de los asambleístas de Gualeguaychú.
Pero, eso dicen incesantemente los formadores de opinión desde radios, canales abiertos y de cable y desde medios gráficos, es el gobierno el que promueve la crispación y la violencia; es a partir de sus oscuras lucubraciones desde las que se inocula en la sociedad desguarnecida el virus del miedo.
¿Qué significa que una empresa periodística saque en la tapa de su principal revista un foto montaje que nos muestra a Néstor Kirchner como si fuera Hitler? ¿Acaso creen que estamos viviendo en una dictadura o, por el contrario, suponen que el nazismo fue algo trivial y sin la lógica de la barbarie que lo caracterizó?
La banalización se vuelve cómplice de ese sistema concentracionario que se devoró a millones de seres humanos (tal vez sería oportuno que quienes dedican un gran esfuerzo a mantener la memoria del Holocausto digan alguna palabra ante este uso impúdico de las comparaciones históricas).
¿Pueden algunos periodistas cruzar de ese modo la línea del pudor y hacerlo en nombre de la democracia y de la libertad de expresión que estarían amenazadas por el kirchnerismo? ¿Qué queda de la memoria de las víctimas, tanto aquellas que fueron exterminadas durante el nazismo como de aquellas otras, las que están cerca nuestro, y que fueron asesinadas durante la última dictadura?
Una retórica prostibularia que incluye un nuevo neologismo: “Fachosprogresitas”, que serían aquellos que citan a filósofos nazis y que escrachan periodistas. Nada se dice, por ignorancia o por astucia editorial, que Carl Schmitt, el jurista católico de derecha, compañero de ruta del nacionalsocialismo, ha sido citado a lo largo del siglo XX y de este por liberales, conservadores, socialistas y que constituye una referencia insoslayable a la hora de debatir cuestiones cruciales de teoría política (entre nosotros lo han citado, no sin elogios y señalamientos críticos, ensayistas de izquierda como Pancho Aricó, fundador de Pasado y Presente, o el filósofo Jorge Dotti que le ha dedicado un monumental libro de casi 1.000 páginas a la recepción del jurista alemán en la Argentina; pero también lo han citado Hanna Arendt, Walter Benjamin y Jacques Derrida, filósofos difícilmente homologables al fascismo o a cualquier forma de derecha).
Analfabetismo y/o amoralidad amarillista. Todo sirve para hablar del “miedo”, para instalarlo entre nosotros y ofrecerlo como producto del Gobierno y de sus intelectuales, en este caso leyendo sin leerlo un libro importante de Chantal Mouffé, En torno a lo político, en el que la autora hace mención a Schmitt y a su concepción de “amigo/enemigo” para pensar la escena política contemporánea.
Pero claro, como el libro fue leído por Cristina Fernández inmediatamente se homologa Schmitt, nazismo y gobierno en un ejercicio delirante de ignorancia interpretativa.
La intención es clara: se trata de inducir a una parte significativa de la opinión pública (esa que suele ser una creación de la corporación mediática) a identificar al kirchnerismo y a quienes defienden muchas de sus políticas o que simplemente han acompañado algunas de sus decisiones en estos últimos años, con el autoritarismo y la violencia utilizando la mentira, la falsificación, la impudicia interpretativa y la victimización de quienes son, en muchos casos, expresión del poder real en la Argentina, ese que sigue siendo dueño de la gran tajada de riqueza socialmente producida y que sabe de horadaciones y de chantajes a gobiernos democráticos.
lunes, 26 de abril de 2010
Primer paso
En el medio de la polemica de estos días sobre los supuestos bloggers pagos por el, gobierno y después de escuchar tantas pavadas juntas me decidi a iniciar yo mismo un espacio desde donde contrarrestar las barbaridades que se escuchan en la calle, en los medios y en las redes sociales.
Es mi granito de arena, es la responsabilidad que siento a la hora de escuchar ciertas cosas. Y pienso que si desde aca puedo ayudar a construir un poco de sentido en este complejo pero a la vez super-interesante momento que nos toca vivir en el país, por qué no voy a hacerlo.
Asi que vamos de a poco. Hoy es el dia cero, ya veremos como evoluciona la historia.